El consumidor gallego sufre el sobreprecio de las materias primas

Después de un largo año de paradas de producción, distribución y venta de bienes de todo tipo, tras interrupciones constantes en la cadena de suministro, con millones de ráfagas de vacunación disparadas por todo el mundo para tratar de frenar la pandemia, sigue sin haber descanso ni para las empresas, ni para el bolsillo del consumidor.

Justo ahora, en el momento en el que las ventas comienzan a normalizarse, aunque sea de forma mínima, la economía recibe un nuevo golpe directo en la línea de flotación de unas cifras doméstica debilitada y ya de por sí, enferma: el aumento de los costes en el aprovechamiento, con una subida de los precios de  las materias primas, la industria y el transporte que reduce cada vez más los márgenes, hasta que repercuten en el precio final de los productos que pagan los consumidores.

La imagen clara de la escasez y el encarecimiento es la falta de microchips que impacta en la economía gallega produciendo una pérdida de más de 70.000 coches desde principios de año. Este aumento de precios se extiende al acero, al cobre, al estaño, al níquel y a todo tipo de elementos químicos, materiales de construcción, del textil y de la alimentación, al margen del progresivo incremento de los precios de la energía, por ejemplo el del petróleo.

Un cúmulo de hechos que agravan la situación

Hasta para los economista es difícil explicar lo que está ocurriendo y todo lo que se está juntando, lo que da lugar a un análisis inédito.

Fernando González Laxe, catedrático de Economía Aplicada y director de los informes de coyuntura del Foro Económico de Galicia, expone una tesis que va en la línea general de otros expertos en la materia: dada la falta de rentabilidad en otros mercados de valores, los inversores han usado las materias primas como valor refugio. «La demanda se ha incrementado disparando los precios. Con la reactivación de la economía tras el parón del coronavirus, la situación se ha agudizado por la paulatina recuperación de la demanda de sus consumidores habituales y por las perspectivas de crecimiento de la actividad en infraestructuras, ingeniería civil e instalación de energías renovables o la fabricación de vehículos con más tecnología» añade.

Es un fenómeno mundial y los efectos están llegando a todos los rincones del globo. El INE (Instituto Nacional de Estadística) ha confirmado que el IPC del mes de mayo subió un 2,7% en su variación anual. Es decir, estamos antes la tasa más alta del índice general desde febrero del 2017.

«Uno de los principales problemas es que la mayor parte de materias primas que necesitan los sectores productivos gallegos son importadas porque aquí no se fabrican. La pandemia también obligó a cerrar las factorías en Asia produciendo que se redujeran el stock disponible, con la consiguiente subida de precios», explica González Laxe.  Añade que «la reducción del tráfico marítimo y la acumulación de contenedores en los puestos, que sin posibilidad de ser transportados están disparando los fletes, es otro de los efectos directos. Circunstancia que aún perdura y complica la gestión portuaria».

La construcción, la logística o la automoción serán los sectores más afectados según la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), que añade a modo de razonamiento que los productos producidos por estas industrias están compuestos por materiales «como el acero, aluminio, madera, plásticos o cobre, metal imprescindible en los elementos electrónicos y cuyas disponibilidades llevan al alza muchos lustros, por la altísima demanda  la baja producción».

Los efectos sobre el empresario gallego

La patronal de empresarios gallegos explica que el empresariado gallego también está preocupado porque a la falta de materias primas se unen los elevados costes energéticos. «La electricidad ha experimentado alzas continuadas en el mercado nacional, alcanzando la semana pasada picos inéditos, correspondientes no tanto a la energía consumida como a los cánones impuestos que los agravan», añade.

La situación se agrava también por el encarecimiento de los combustibles. Desde principios de año el litro de gasoil se ha incrementado en un 14,21%, lo que «penaliza al sector de transportes gallego y en consecuencia a las empresas a las que dan servicio».

Una decisión complicada

La tesitura que presenta la economía española es, cuanto menos, complicada. Dice la CEOE -patronal española- que si las empresas no pudieran trasladar el incremento de los costes a los precios, el resultado sería una contracción de los márgenes empresariales que limitaría el crecimiento de la producción y comprometería las nuevas inversiones.

Por otro lado, según apunta FUNCAS -Fundación de las Cajas de Ahorros-, si ese incremento se traslada hacia los precios al consumo, «el resultado será una merma en la capacidad adquisitiva que podría moderar la recuperación del consumo. En cualquier caso, la consecuencia sería un menos ritmo de crecimiento».

La cadena logística se resiente

Los costes de los buques portacontenedores tiene un gran impacto en el comercio mundial, ya que el 80% de lo que consumimos se transporta en barco. El problema es que faltan contenedores para el transporte mundial porque la demanda supera por mucho la oferta disponible, por lo que los precios se han disparado por ocho y hasta por diez, respecto a los precios que tenían antes de la pandemia.

Faltan contenedores, pero esta escasez se extiende a todos los bienes relacionados con  el transporte de mercancía, desde embalajes de cartón y plástico a palés de madera.